En el mundo de las tendencias, como en el de la gastronomía, hay denominaciones de origen que nadie discute. La haute couture es parisina, la funcionalidad nórdica es proverbial y en Nueva York conviven genios del diseño más vanguardista. Hasta aquí más o menos claro, ¿pero qué ocurre con Asia? En buena parte de occidente persiste la idea de que en China se produce de forma masiva artículos de la peor de las calidades y sin ningún filtro creativo.
Pero al mismo tiempo no nos resulta del todo ajeno aquello del lujo asiático. En las antípodas de empresas como la japonesa Uniqlo, lo cierto es que países abanderados por China empiezan a exportar también al resto del mundo artículos de altísima calidad high cost, lo que pone en jaque a los mercados de lujo occidentales, hasta el momento confiados.
Un ejemplo es Shangai Tang, que cuenta con coloridas boutiques en Nueva York, París, Londres y también Madrid. Sus propuestas para la actual temporada primavera/verano gustará si buscás ligeros blazers y frescas camisas de muy sutiles reminiscencias orientales: cuellos mao, algún estampado simulando al de la porcelana, colores pálidos y poco más. La colección es corta y no apunta en ninguna dirección válida. La de mujer resulta más interesante.
Shangai Tang adquiere mayor sentido en su línea de Imperial Tailoring, basada en unos principios de confección tradicional y exquisita, con el que la empresa pretende “representar la imagen más lujosa de la China moderna”. Su portfolio incluye prendas que caminan entre el diseño occidental y el vestuario de película histórica; merecen una mención especial los abrigos, preciosos, con originalísimas botonaduras y algo teatrales.
Quizá no estemos preparados para composiciones de vestuario tan exóticas, pero sí para hacer uso de una oferta que se amplía a través de artículos muy bien seleccionados
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