¿Podemos ser piezas de cerámica?
En Occidente, si alguna pieza de cerámica se rompe, estamos acostumbrados a tomar los restos y botarlos en la basura. En todo caso, si llegamos a repararla, la mayoría de las veces no quedamos satisfechos con el resultado, puesto que nunca queda exactamente igual y es bastante sencillo distinguir las imperfecciones. Si viviéramos en Japón, muy probablemente, tenderíamos a ver esta situación desde un ángulo distinto.
El Kintsukuroi es una tradición japonesa que consiste en tomar las piezas rotas de un objeto de cerámica y volver a unirlas utilizando metales preciosos como oro, plata, cobre, bronce, etc. realzando así, sus fracturas y dándole un sentido nuevo a dicho objeto. Esto la termina convirtiendo en una pieza distinta, única y completamente revalorizada.
El concepto detrás del Kintsukuroi es resaltar la fragilidad y la esencia, así como la resiliencia. Los objetos hechos a mano suelen apreciarse por el esfuerzo realizado por su fabricante para que este tenga una función, un propósito. Una pieza reconstruida mediante este arte japonés lleva la esencia de todos los procesos por los que tuvo que pasar para convertirse en sí, el hecho de haberse roto deja en evidencia su fragilidad y el haber sido reconstruida, de forma tal que ahora ha adquirido un nuevo valor, representa la resiliencia.
A diferencia de nosotros los occidentales, la culturajaponesa considera que el hecho de que el objeto se haya roto, le da una especie de nueva vitalidad, le otorga belleza, como si dicha pieza tuviese ahora una historia para contar. Se toman las imperfecciones, las heridas, y se resaltan, se celebran sin intento alguno de disimular que este objeto sufrió una ruptura, ya que esta, ahora, solo refleja su superación y la honestidad ante sus, de alguna forma, vivencias.
El arte del Kintsukuroi lleva consigo una filosofía en la cual tenemos que, necesariamente, vernos a nosotros mismos reflejados.
Si las personas somos el resultado de nuestras experiencias, de las cosas que hemos vivido y que nos hacen únicas, entonces podemos decir que han sido, en su mayoría, nuestros errores, nuestras “rupturas”, quienes han tenido mayor peso en la formación de nuestro carácter, de nuestra personalidad, de nuestro “yo”. Esto último se debe a que dichas experiencias suelen ser más determinantes, las recordamos con mayor facilidad, comenzando por el simple hecho de no querer tener repetirlas. Es por esto que, cuando tomamos las cosas relativamente malas o desagradables y tratamos de sacar algo bueno de eso, algo que ahora nos pueda representar y nos deje algún tipo de aprendizaje, de crecimiento, de marca que podamos, eventualmente, exaltar, básicamente estamos siendo una pieza de cerámica, estamos haciendo Kintsukuroi con nosotros mismos.